El rojo de mi sangre comenzó a brotar de mi dolor ajeno...
Dolor por lo que no pude hacer, ante esta guerra sin
frutos ni anhelos.
Dolor ante mi patria que sentada a la sombra ya oscura de
un árbol muy viejo, se desboronaba sin medir sus gritos.
Gritos de clemencia pidiendo suspiros, gritos de inocencia
perdida ya de años. Gritos de disturbio que corría en sus
montes. Gritos y sollozos de su alma perdida. Alma que
si tubo ahora no la recuerdo, alma que tal vez canto bajo
un cielo, un día no muy lejano cuando el dolor era incierto
y mi patria era inmune ante tanto atropello.
Alma feliz que duro poco tiempo, pero que tal vez en uno de
mis sueños se haga realidad.. Esta fantasía y se vuelva
ya solo felicidad, y comience por fin a sentir en mi cuerpo el
dolor de mi patria y así no sea un dolor ajeno.
Autor Carolina Arist
No hay comentarios:
Publicar un comentario