Llegaste sin decir ola,
simplemente una sonrisa basto para que la magia del lugar estuviera a tu favor,
no bailaste mucho, solo con una mirada cómplice me decías lo que querías,
aunque no pude entrever bien lo que se avecinaba, el cinco venía a tu lado, era tu maleta de viaje.
Salimos en medio del bullicio y
la vida mundana, en el silencio, los besos, las caricias robada,. inundaron mi
espacio, cometimos pecado en todas las posiciones, e hicimos envidiar a eros
por existir.
Una mañana dudosa, si era real o
un sueño, solo con algunos reflejos, de un querer, de una pasión desenfrenada.
Y los días se repartieron como se
echan los naipes, a la suerte y mal echados, empezando en la madrugada con caricias en las
manos y al final de los días con cariños
en la espalda, revolviste mis sentidos, cabalgaste sin sentido, comiste del fruto prohibido, silenciaste
mis gemidos.
Mágicos días que no tengo claro
si la mañana era una y la noche venia después
o se
intercalaban sin prejuicio alguno, historias contadas, secretos revelados, sueños compartidos , risas y más risas sin sentido.
Pero así como como tu bienvenida, fue tu partida, abrupta, al quinto día escapaste bajo mis sabanas,
escurridizo como un vil gato, recogiste tu mundo, tu aliento, tu sello de
colores y emprendiste el vuelo.
Sensación inequívoca de vacío,
estomago ardiendo, taquicardia repitiendo, pero esta vez sin ser placentera.
Se
apodera por completo, de un espacio en el tiempo donde cinco días, no fueron de
esta historia, solo un momento de
respiro para continuar viviendo.
Carolina Aristi.
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