Pasaron muchos días imaginando cual sería mi reacción al verte, al tocarte,
al mirarte de nuevo a los ojos.
Y fuiste tú cuando sin decir palabra me besaste, sentí en la punta de
tu lengua toda la historia que me esperaba.
Me contó, que bajarías alguna estrella para que alumbrara la mañana, que desnudarías mi alma, en medio de orgasmos
sentenciados a no tener fin.
Me contó de fantasías;
de que el sol no llegaría por la
ventana. Me explico lo que vendría con gotas de miel y sábanas blancas.
Y temblaba. No era miedo exactamente, era deseo de verte, de arrastrarme contigo
a ese lugar infernal, donde se reconocen
los cuerpos y los vientres se hablan, se dicen mentiras y se las creen en la cama.
Y temblaba, la hora
esperada había llegado después de tanto tiempo, ya me tocabas. Me desnudaste
lentamente y rosaste mi entrepierna. Tus
manos sigilosas buscaban y encontraban.
Tu boca empezó a lamer los lugares prohibidos, los conocidos
y desconocidos. Empezaste a marcar líneas
paralelas para no perderte o para perderte y volverte a ubicar.
Sentí el fuego de tu
alma penetrándome la espalda, las manos,
la piel y el sudor se
reencontraron. Me hablabas frases
incompresibles al oído humano,
pero sonaba tan delicioso que aceptaba
tus orgasmos.
Pasaron muchos días antes
que este cuadro, se pudiera exponer con la firma de ambos.
Y ahora luce orgulloso en ese mágico espacio, donde contara
por siempre que había vida en este cuarto.
Y que los años que
pasaron solo fueron testigos del mejor de los retratos.
Carolina Aristi.
Simplemente maravilloso
ResponderEliminarGracias
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