Cada lugar recordara una parte de tu piel y de tu boca.
Cada segundo metido en ti, en lo íntimo de tu piel, de tu palpitar. Comiéndonos vivos palmo a palmo, sintiendo la frescura del crear, sintiendo el cabalgar de tu jinete, se escucharon los pasos de los fantasmas que no querían que este encuentro se diera.
Pero el tiempo nos pedía a gritos no parar, no renunciar a la locura de poseerte, fuiste mía en la oscuridad, a la luz de las velas, del sol, del agua y de una lámpara gastada en un pasado sin futuro, fuiste mía desnuda, con ropa, completa, ávida de placer.
Fuiste mía al derecho y al revés del dormitorio, entre sabanas mojadas, en el pasto lleno aun de roció de madrugadas, entre ríos y manglares, en la espesa amazonas.
Cada esquina de esa ciudad gritara que fuiste, que me diste, que quisiste, que lo hiciste, cada palabra te dirá que te cambie la vida, desde el mismo momento que deseaste entrar.
Yo te lo advertí; te dije si mal no recuerdo, no quiero herirte, sé que después de mi estarás buscándome en todos los hombres que pasen por tu vida y será un tormento indescifrable que no quiero que vivas, pero tu impulsivamente lo permitiste, es más te vi ahí desnuda, letarga, frágil sola y no pude contener el deseo de llevarte lejos, donde nadie me impidiera, conocerte, descubrirte y colonizarte.
Fuiste un pedazo de mi casa, de mis calles, de mis tumbas, y yo seré por siempre tu horizonte. En tu memoria quedara latente las gracias que no te gustaba que te dijera.
Pero al final de todo solo eso queda. Gracias mi niña.….
Autor, Carolina Aristi.
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